La presión fiscal mide el peso de la recaudación de impuestos por parte del Estado sobre la riqueza creada por un país. Expresado en forma de porcentaje, el concepto relaciona dos variables:

  • los ingresos tributarios totales registrados en un año natural
  • el Producto Interior Bruto (PIB) generado por la economía nacional.

Para calcular la presión fiscal, debemos dividir la primera (el capital ingresado por tributos y cotizaciones sociales) entre la segunda (la producción de una economía).

En el caso de España, según los últimos datos disponibles (2022), la recaudación de impuestos y cotizaciones creció pero por debajo del PIB, lo que llevó el índice de presión fiscal al 38,3% del PIB. En lo que llevamos de 2023, con datos disponibles hasta julio, el IRPF y las cotizaciones sociales crecen al 10%, pero todos lo demás impuestos crecen menos o incluso decrecen como los impuestos indirectos. De seguir así, la presión fiscal en 2023 se seguirá reduciendo.

La presión fiscal sirve para hacer una comparativa estandarizada a nivel mundial sobre el peso de los impuestos sobre una economía. No obstante, no mide el impacto de la factura fiscal per cápita, esto es, su impacto en cada ciudadano de un país. Como expondremos más adelante, el concepto de «esfuerzo fiscal» es el que mejor expresa lo que ciudadanos y empresas abonan a Hacienda.

Comparativa europea

Si hacemos una comparativa a nivel europeo, vemos que la española es la economía con menor ratio de presión fiscal de entre los cinco grandes del Viejo Continente, según datos de Eurostat.

Alemania registró unos ingresos tributarios del 42,1% del PIB en 2022, cifra que se situó en el 48% en el caso de Francia. Italia, por su parte, cerró 2022 con un 42,9%, mientras que Reino Unido tuvo un 37%.

Según Eurostat, Dinamarca es el país europeo con mayor presión fiscal de la UE, con un 54,6%. En el lado contrario, Malta (37,4%), Lituania (37%), Rumanía (32,8%) e Irlanda (23,4%) son las economías con menor ratio de ingresos tributarios sobre el PIB. Fuera de Europa, observamos que en EE. UU. la ratio entre los ingresos tributarios y el PIB del país se situó en el 26,6% en 2022, mientras que Japón registró un 33,2%, la misma cifra que Canadá.

El esfuerzo fiscal

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No se debe confundir la presión fiscal con el denominado como esfuerzo fiscal, que es el que mide realmente el impacto que genera en el sector privado -ciudadanos y empresas- el pago de los impuestos. En este segundo caso, el cálculo se realiza dividiendo la presión fiscal entre el PIB per cápita.

En el caso de España, y utilizando los últimos datos que son los de 2022, con un PIB per cápita de 25.500 euros y presión fiscal del 39%, la ratio de esfuerzo fiscal se sitúa en 0,153.

Si hacemos la misma comparativa para Alemania (presión fiscal del 41,2% y PIB de 43.290 euros por ciudadano), la cifra resultante es de 0,097. Es decir, que pese a tener mayor presión fiscal, el esfuerzo de los ciudadanos alemanes para pagar impuestos es inferior al que afrontan los españoles.
En el caso de Francia, con una presión fiscal del 47% y un PIB per cápita de 36.660, el esfuerzo fiscal resultante es (0,128), mientras que en Italia (42,2% y 28.500 euros) se sitúa en el 0,15.

Según se desprende de las cifras anteriores, un porcentaje de presión fiscal elevado no siempre equivale a un esfuerzo fiscal alto por parte de la población. La diferencia entre ambas cifras se explica por factores como la economía sumergida (actividad no registrada en las estadísticas de Hacienda), ya que el fraude se ve a menudo incentivado cuando suben los impuestos. Por esta razón, las subidas tributarias aplicadas en España, Italia o Portugal, por poner solo algunos ejemplos, no registran nunca los aumentos de ingresos esperados. Las altas cifras de esfuerzo fiscal de los ciudadanos españoles o italianos así lo reflejan.

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