Los impuestos regresivos son iguales para todo el conjunto de la población, independientemente del patrimonio o los ingresos que tenga cada ciudadano. Por ello, no afectan del mismo modo a todos los contribuyentes, ya que no se tiene en cuenta la capacidad económica individual cuando se aplica este tipo de tributos.

En otras palabras, puede decirse que la regresividad se traduce en una menor recaudación de las ganancias cuanto más gana una persona. Esto se traduce en una mayor carga impositiva en los individuos que tienen un nivel económico más bajo. El ejemplo más claro es el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido) que se sitúa en el extremo contrario de los impuestos progresivos.

¿Cómo influyen los impuestos regresivos en los contribuyentes?

Como hemos comentado, los impuestos regresivos afectan en mayor medida a las personas que disponen de menos dinero. Este colectivo debe hacer un esfuerzo mayor para pagar los tributos en comparación con quienes disfrutan de un mayor nivel adquisitivo. Aunque a priori esta modalidad de gravamen pueda parecer equitativa, lo cierto es que no contribuye a una redistribución de la riqueza.

En el supuesto de los impuestos progresivos, el efecto que se consigue es el contrario. Es decir, las personas que ganan más y que tienen un patrimonio mayor están obligadas a pagar a la Agencia Tributaria una cuantía proporcional. Un ejemplo de ello es el IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas) que grava las ganancias obtenidas durante el año anterior. Al contrario de lo que sucede en este caso, los impuestos regresivos pueden llegar a agravar las desigualdades sociales.

Ejemplo de impuesto regresivo

El ejemplo más conocido de los impuestos regresivos es el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido) que grava el consumo. Todos los productos que se compran, así como los servicios que se contratan, incluyen un porcentaje de este tributo que se aplica sobre el precio inicial.

En España, existen 3 tipos de IVA en función del tipo de los bienes o servicios de que se trate:

  • IVA general del 21%: se aplica en todas las compras que se excluyen de los casos siguientes:
  • IVA reducido del 10%: este porcentaje grava las viviendas, algunos alimentos, el agua, las gafas graduadas y lentillas, los productos sanitarios, los transportes de viajeros, la hostelería, etc.
  • IVA superreducido del 4%: se trata del impuesto que se debe pagar cuando se compran productos básicos, como pan, huevos, leche, fruta, verdura, legumbres u otros similares. También se aplica en libros, periódicos, revistas, medicamentos, servicios sociales, bienes que necesitan las personas con minusvalía, etc.
  • Exención de IVA: algunos casos concretos están exentos de este impuesto, como ocurre en los seguros, productos financieros y de ahorro, servicios educativos o asistencia médica, entre otros.

Dado que todos los ciudadanos están obligados al pago de los impuestos regresivos y de cualquier otra modalidad, es interesante buscar fórmulas que compensen este gasto. Contratando un Plan de Pensiones MAPFRE, no solo es posible completar la pensión pública por jubilación, sino que durante el tiempo que se realicen aportaciones, los titulares se pueden beneficiar de una interesante rebaja fiscal en la declaración de la renta anual.

¿Sabes cuánto te va a quedar de pensión cuando te jubiles? MAPFRE te ayuda:

CALCULA TU PRECIO