La decisión de pagar las deudas antes de ahorrar, o hacerlo de otra forma es compleja y cada caso es muy singular. Sin embargo, si nos basamos en la lógica de los números, lo más interesante es cancelar toda la deuda pendiente antes de dedicarnos al ahorro. Lógicamente, existe un «pero», y es que con deuda pendiente tenemos el factor psicológico en contra.

Existen otras posibilidades

Existen otras combinaciones, por ejemplo, seguir pagando las cuotas de préstamos y tarjeta de crédito puntualmente, pero apartando a la vez lo que podamos cada mes, de forma que vayamos haciendo crecer un fondo de ahorros a la vez que vamos cancelando deudas. Así veremos cómo nos queda menos por pagar, y además en pocos meses tenemos unos euros disponibles como ahorro. La cosa se ve mejor, desde luego.

  • Lo mejor desde un punto de vista objetivo es no tener deudas en absoluto en el momento en que ahorramos. Obvio.
  • Si no es posible, conviene que tratemos de reducir los plazos de pago de las deudas para terminar antes de pagarlas, y además pagar menos intereses. Si es posible, iremos ahorrando lo máximo posible mientras.
  • Si percibimos un dinero extra, podemos optar por pagar deuda, o formar un colchón: si podemos cancelar la deuda, lo haremos, y si no, podemos mantener un pequeño colchón que nos dará tranquilidad.

Valora tu volumen de deuda para decidir qué hacer

Es importante que sepamos valorar el volumen de deuda que tenemos y el volumen de ahorro que podemos afrontar mientras liquidamos esa deuda. Podemos estar en un caso de incapacidad de ahorro porque tenemos demasiada deuda, o podemos estar en otro caso en el que podríamos ahorrar algo si prescindimos de algún gasto no vital. En el primer caso, debemos enfocar nuestros esfuerzos en eliminar la mayor parte de la deuda (tarjetas de crédito y préstamos).

En el segundo caso, podemos optar por una variedad de posibilidades. A todo el mundo le gusta ver progresos, por lo que destinar un porcentaje del dinero disponible (los entendidos hablan de un 10% en la treintena, y más a medida que nos hacemos mayores) a un fondo de ahorro supone un cierto optimismo. Si nos enfocamos en pagar las deudas podemos terminar antes, y en cuanto estén liquidadas podemos pagarnos a nosotros mismos unos ahorros.

Esta opción es interesante porque no supone un esfuerzo extra al que ya estamos realizando. Es decir, si tenemos tres deudas, por ejemplo, podemos poner el foco en eliminar antes una de ellas (mientras vamos pagando las cuotas mínimas de las otras dos); cuando la liquidamos, elegimos la menor de las dos deudas restantes y nos empeñamos en eliminarla también, pero a la vez destinamos al ahorro el equivalente a la cuota mínima de la deuda ya finiquitada.

De este modo, la presión que tenemos es la misma, económicamente hablando, pero empezamos a invertir en positivo cuando antes pagábamos deuda e intereses. La diferencia es significativa porque nos estamos pagando a nosotros un dinero que destinamos al ahorro. Siguiendo esa mecánica nos daremos cuenta de que podemos ahorrar lo mismo que destinábamos a pagar las deudas, con lo cual, además, nos habremos «adiestrado» en el ahorro.

Esta técnica tiene la ventaja de que es, en primer lugar, resolutiva porque vamos cancelando las deudas, y en segundo lugar, productiva porque vamos realizando un ahorro creciente a expensas de las deudas, lo cual nos deja con un disponible similar (de los ingresos descontamos gastos y deudas/ahorro y tenemos lo mismo), pero con un colchón de dinero inicialmente intocable.