Has llegado a la edad dorada de tu vida: la de la jubilación. El momento en el que eres más libre y cuentas con la autonomía suficiente para hacer aquellas cosas que antes no pudiste hacer por tus obligaciones laborales o familiares. Formas parte de la Generación Senior, aquella que vive con plenitud esta nueva etapa y que no quiere que nada le pare. Quieres viajar, conocer mundo, pero hay un pequeño freno: sufres mal de altura. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Se puede evitar?

 

¿Qué es el mal de altura?

El mal de altura es la falta de adaptación del organismo a la falta de oxígeno (hipoxia) de la altitud.

No es que la cantidad de oxígeno atmosférico disminuya con la altitud, como erróneamente suele pensarse, sino que a medida que aumenta la altitud, la presión atmosférica disminuye, y también lo hace la presión parcial de oxígeno, es decir, que hay menos oxígeno disponible. Por ello también se le conoce como mal de montaña.

En estas circunstancias, con cada respiración nos llega menos oxígeno, con lo que la cantidad de este en la sangre también disminuye, pudiendo afectar a los tejidos de nuestro organismo. Si nuestro cuerpo no se adapta a este cambio, empiezan a aparecer los primeros síntomas.

¿Cómo saber si tengo mal de altura? Síntomas

El mal de altura puede presentarse pasadas unas seis horas (a veces hasta 24 horas después) de haber superado una altura elevada (generalmente más de los 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar). Los síntomas son los siguientes:

  • Dolor de cabeza muy agudo.
  • Mareo.
  • Pérdida de apetito, náuseas y vómitos.
  • Debilidad y fatiga.
  • Trastornos del sueño.
  • Vértigo.

¿Cómo me puede afectar el mal de altura?

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Una vez que se han presentado los primeros síntomas, si no se baja la altitud, pueden darse ciertas complicaciones que deriven hacia el edema pulmonar de altura (dificultad respiratoria importante) o hacia el edema cerebral de altura, en los casos más graves.

Otras consecuencias del mal de altura son la insuficiencia cardiaca, insomnio de altura, hemorragia retiniana (que puede causar problemas de visión), aumento del ventrículo derecho, y hasta la muerte.

Por eso, ante la aparición del menor síntoma es importante abandonar rápidamente esas cotas de altura.

Mal de altura: prevención

La mejor forma de prevenir el mal de altura es ir subiendo lentamente y de forma gradual, sobre todo cuando se sobrepasen los 2.000 metros.

Además, es muy importante no aumentar la altura a la que se duerme más de 300 o 500 metros al día, haciendo un día de descanso (es decir, dormir a la misma altura) cada tres noches antes de pernoctar en altitudes mayores.

Solo así conseguiremos aclimatar nuestro cuerpo a esas altitudes. Nuestro organismo se adaptará mejor, lo que le permitirá aumentar la respiración y producir más glóbulos rojos para transportar oxígeno a los tejidos.

Eso sí, adaptarse a alturas más elevadas de los 3.000 metros requiere de semanas. Y, aunque algunas personas, con el tiempo, pueden hacer una actividad normal más allá de los 5.300 metros de altura, nadie puede aclimatar su cuerpo de tal manera que pueda vivir siempre por encima de esa altitud.

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